La Idea no es un motivo para Emprender

Pensar que la idea o la oportunidad detectada es el motivo que justifica emprender es un autoengaño flagrante. La idea es el vehículo de la actividad emprendedora, pero nunca una motivación sólida y duradera.
Pero he aquí una lista de otros motivos lamentables, los más habituales: estar en paro, odiar al jefe, odiar la empresa, no depender de ningún jefe, compatibilizar la vida personal y profesional, tener libertad de horario y de días de vacaciones, ganar dinero demostrar algo a los demás o a uno mismo, hacerse rico, etc.
¿Por qué son también lamentables? Porque un motivo lamentable como los de la lista anterior suele ser un factor clave de fracaso. Bien, dicho esto, ahora voy a contradecirme para después aclarar mejor esta cuestión. Hay muchas personas a las que las circunstancias les impelieron a montar un negocio y después tuvieron un éxito apabullante. Recuerdo el caso de un director de oficina bancaria al que prejubilaron con 50 años. Como no iba a tener suficiente para vivir, buscó trabajo de nuevo. Nadie quiso contratar a alguien con 50 años. Montó una pequeña inmobiliaria. Hoy factura más de 15 millones de euros.
¿Qué pasa entonces con eso de que los motivos lamentables no proporcionan éxito? ¿Es o no es así?
Vayamos a la explicación. Distingamos entre dos términos tan próximos en su fonética como distintos en su significado: motivo y motivación. Un motivo es un detonante, una causa. Por ejemplo, el detonante de que el director de oficina montase su inmobiliaria fue la jubilación anticipada. Pero otra cosa es la motivación. Ésta hace referencia a las ganas, a la ilusión, al deseo profundo de emprender. El motivo que provoca su decisión no es importante mientras haya una ilusión real.
Para entendernos: ser despedido es un motivo, pero no asegura motivación suficiente para emprender un negocio. Las verdaderas motivaciones son: la ilusión y el deseo de emprender per se, como modus vivendi.
Un símil: para explotar, una bomba precisa de un detonador y de dinamita. El caso que nos ocupa es aquel donde hay detonador y no hay dinamita; hay argumento, pero no escritor; hay motivo, pero no motivación; hay causa que lleva a emprender un negocio, pero no hay ilusión suficiente. ¿Por qué no se da cuenta de ello el «falso emprendedor»? Pues porque el detonador se confunde con la dinamita. La presencia de un motivo inhibe la toma de conciencia de cuán importante es la motivación. Eso es lo más peligroso.
Así pues, tener motivo para emprender no es ni bueno ni malo. Es irrelevante. Lo que explica el éxito es la presencia de motivación. ¿Hay, en su caso particular, una motivación suficientemente sólida? ¿Tiene usted verdadera naturaleza de emprendedor? ¿Tiene madera para emprender?